martes, 22 de septiembre de 2015

                 EL SI DE LAS NIÑAS


Don Diego, un acaudalado caballero de unos 60 años de edad, espera en una posada de Alcalá de Henares la llegada de dos damas, doña Irene y su hija Paquita, hermosa joven de 16 años, procedentes de Guadalajara.
Doña Irene, viuda y pobre, ha ido allá para sacar a Paquita del convento donde estaba educándose pues, contra la voluntad de la joven, aunque no lo manifieste por respeto hacia su madre, la ha destinado ya a don Diego, quien según su opinión y debido a sus virtudes, -es el hombre ideal para su hija, además de que tal matrimonio solucionaría sus apuros económicos.
Pero Carlos, sobrino de don Diego, oficial culto, valiente y caballeroso, sin que su tío lo supiese y sin que él conociera los planes de su tío, también se ha enamorado de Paquita desde tiempo atrás, por lo que se habían seguido viendo por las noches en el jardín del convento, con la complicidad de la criada de la joven, quedando el secreto sólo entre ellos.
Por una carta de Paquita, Carlos se entera de las pretensiones de doña Irene y se presenta en la posada para rescatar a la muchacha de tan desagradable situación.
De pronto, tío y sobrino se encuentran y se reconocen. Ninguno de los dos confiesa al otro los motivos de su estancia en Alcalá. Don Diego se enfada y ordena a su sobrino que se marche a cumplir con sus obligaciones militares. Carlos, por respeto, obedece; pero, en medio de la noche, una carta de Carlos dirigida a Paquita llega por equivocación a manos de don Diego y éste, al enterarse de todo, exige sinceridad a la joven quien le confiesa haber aceptado casarse con él sólo porque se había resignado a obedecer a su madre.
Don Diego ordena a Carlos que regrese y más tarde le expone los hechos a doña Irene. Ésta se indigna y recrimina a su hija, pero don Diego comprende la pasión de los jóvenes y, al darse cuenta de lo ridículo de sus pretensiones ante la juventud de los enamorados, renuncia a sus aspiraciones, une las manos de Carlos y Paquita, y abraza como padre a la que quería hacer su esposa. Culpa de todo este enojoso asunto al "abuso de la autoridad, a la opresión que la juventud padece en manos de padres y tutores" y, lleno de bondad, bendice a la pareja afirmando que también- será feliz con los hijos de aquel matrimonio que él ha hecho posible.
Atendiendo a su contenido, esta obra persigue un fin moral al criticar las costumbres de la época y ofrecer como ejemplo contrario la conducta seguida por don Diego.
En cuanto al aspecto formal, se ajusta a la estética del neoclasicismo, y son patentes las unidades de acción, lugar y tiempo, pues la única anécdota, que se desarrolla en el mismo sitio, da inicio a las siete de la tarde y termina a las cinco de la mañana siguiente.
El estilo es sencillo, ágil y sobrio; su prosa es castiza y perfecta, los diálogos son vivos y las psicologías están bien delineadas.
De fondo realista, es un teatro de carácter nacional, por los temas y personajes que presenta, y la descripción de los ambientes.


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